Después de casados vivimos felices, sin preocupaciones. Con todo, yo no podía evitar pensar a veces que en su interior existía un territorio al cual yo no tenía acceso. Por ejemplo, cuando conversábamos, de manera normal o apasionada, a veces enmudecía, súbitamente, sin más. Callaba de repente en mitad de la conversación sin ninguna razón especial (o al menos sin ninguna que yo atinara a descubrir).
Como si fuera andando por un camino y, de repente, cayera en una trampa. El mutismo no duraba mucho tiempo, pero después, durante unos instantes, ella parecía no estar en realidad allí. Y hasta después de cierto tiempo no volvía a ser ella misma. Mientras escuchaba, me respondía con evasivas '¡Ah, claro!, Tienes razón, Pues quizás'
Poco después de casarnos, cada vez que ella hacía algo de eso le preguntaba: 'Oye, te pasa algo?' Me desconcertaba terriblemente, me preocupaba haber dicho algo que la hubiese herido. Pero Kumiko siempre sonreía y decía sin más: No me pasa nada. Transcurrido el tiempo oportuno, volvía a la normalidad.
Haruki Murakami
El pájaro que da cuerda al mundo.